Juan Pablo Albar

 

El bioquímico Juan Pablo Albar nació muy lejos de la montaña y de los hielos, en una ciudad junto a la extensa vega de un río: Aranjuez (Madrid) pero todo indica que su afición por la aventura ha corrido paralela a su pasión por la investigación científica. Falleció, repentinamente, el 21 de julio de 2014.

Albar se licenció en Ciencias Químicas en la Universidad Complutense de Madrid, en 1975, institución a la que siguió ligado hasta culminar su doctorado, cinco años más tarde. Comenzó entonces una carrera investigadora en la industria farmacéutica nacional y multinacional que no ha dejado desde entonces. Como tantos, y tras mucho trabajo y mucho esfuerzo, en 2004 consiguió una plaza de Investigador Científico en el Centro Nacional de Biotecnología del  Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la mayor institución de España en la materia. Allí dirige el  ProteoRed-ISCIII.

Montañero de afición, comenzó subiendo a montañas pirenaicas ( Monte Perdido, Aneto, Marboré, Astazu, Taillón, Posset,  La Munia, Cotiella, Midi dOssau, Pic Pallas, Gran Facha, Ballaitus, entre otros picos), de Gredos, la Penibética y también en Picos de Europa, para más tarde viajar hasta los Alpes, el Cáucaso (Elbruz,) los Andes, donde subió el Nevado Urus, el Ishinca, Huascarán, Nevado Sajama, Huayna Potosí, en África al Kilimanjaro, y en Asia el Chapaev y Khan Tengri en el Tian Shan, Lenin en el Pamir y Muztagh Ata en el Kungur.

Mientras iba de aquí para allá con la mochila al hombro, comenzó a trabajar como investigador en diferentes compañías, como el Instituto Llorente, Invesgen,  en la compañía Pharmacía Upjhon y en el Institut Voor Antropogenética de Leiden, hasta que en 2004 consiguió la plaza de investigador en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, donde continúa. En la actualidad, es director del Instituto Nacional de Proteómica y miembro del consejo de dirección de la Human Proteome Organization (HUPO).

Su trabajo científico se centra en el proyecto Proteoma Humano, ambicioso reto que pretende conseguir el mapa de las proteínas humanas en su contexto biológico, de forma que la comunidad científica tenga nuevas herramientas para optimizar el diseño de sus experimentos de una forma análoga a como lo hizo el proyecto Genoma Humano y desarrollar así nuevos métodos de diagnóstico, prevención y tratamiento útiles para la curación de enfermedades y mejora de la salud humana. En España, el grupo que dirige Albar se encarga de coordinar este proyecto en el contexto de la Plataforma en Red de Proteómica del Instituto de Salud Carlos III, ProteoRed-ISCIII.

Su vinculación con el proyecto Trineo Polar de Larramendi vino de la mano de Javier Selva, unos meses antes de la salida de la expedición Acciona Antártica Windpowered. Así lo explica:  «No había tiempo para proponer un proyecto al CSIC o al Plan Nacional de I+D, pero urgía tomar una decisión que supondría poner en escena una convergencia de actividades personales que siempre habían discurrido por planos muy distintos, una expedición irrepetible que enlazada la montaña con un proyecto exploratorio  100% pionero que implicaba una logística eco-eficiente, que enlazaba con mi pasado como uno de los co-fundadores de la revista El Ecologista a finales de los 70).

Albar logró organizar la implicación de tres proyectos cuyos investigadores principales estaban en el Instituto de Glaciología y Geofísica del CRNS de Grenoble, en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del CSIC en Barcelona y en la Universidad Autónoma de Madrid para tomar muestras de hielos y aire a lo largo de nuestro trayecto. Durante la expedición, se responsabilizó de la implementación de la toma de muestras para los proyectos científicos, el uso de los dispositivos que llevaba la expedición y la entrega de las muestras a los responsables de los proyectos en destino.

Dos meses y medio después de su regreso, organizó también una jornada-encuentro en el Centro Nacional de Biotecnología (CSIC) sobre la investigación en la Antártida con la participación de los responsables de los proyectos y de la logística del viaje. «Entendí desde el primer momento que se requería mi presencia en la expedición en mi condición de científico al que se le demandaba un espíritu aventurero propio de los exploradores pioneros al Polo aunque obviamente en un contexto instrumental mucho más suave», señalaba Albar a este portal del Trineo de Viento.