Centro de Astrobiología: la búsqueda de vida extraterrestre

Centro de Astrobiología: la búsqueda de vida extraterrestre

Buscar vida ‘extraterrestre’ o lo más similar a ella y hacerlo fuera y dentro de la Tierra. Ese es el fascinante área de trabajo del Centro de Astrobiología (CAB), una institución mixta entre el INTA y el CSIC, que ha sido el primer centro de investigación no estadounidense asociado al NASA Astrobiology Institute (NAI). Empeño personal del científico Juan Pérez Mercader, el CAB abrió sus puertas en 1999, si bien su actual ubicación no estuvo disponible hasta 2003. Su ambicioso objetivo: investigar el origen de la vida en el Universo.

Para ello cuenta con unas instalaciones de 8.000 metros cuadrados, ocho laboratorios, tres telescopios, un radiotelescopio y un invernadero, además de un equipo multidisciplinar en el que que trabajan ingenieros, matemáticos, físicos, biólogos, químicos, geólogos, ecólogos e informáticos.

Los investigadores del CAB fueron los responsables del diseño del REMS (Rover Environmental Monitoring Station), una estación meteorológica que se encuentra en la superficie marciana desde 2012 a bordo del ‘Curiosity’. Desde entonces, REMS informa de la presión, la humedad relativa, la temperatura del suelo y del aire, la dirección del viento, la radiación ultravioleta que llega a la superficie de Marte.

Una faceta fundamental de la investigación planetaria es poder probar que la instrumentación funcione fuera la Tierra, por ejemplo en Marte. Para ello,  en el CAB han desarrollado la llama «Cámara Marte», que reproduce las condiciones en el planeta rojo de temperatura, presión, composición del gas, radiación ultravioleta, etc. Incluso es capaz de simular el polvo marciano, el caballo de batalla para la mayoría de los dispositivos que están actualmente en la superficie de nuestro vecino. Con esta máquina, los investigadores realizan pruebas de la instrumentación en diferentes ciclos de temperatura que simulen el día y la noche, o la diferencia entre el  invierno y el verano.

Otro campo de trabajo es la búsqueda de vida en condiciones extremas dentro de la Tierra, con características similares a las que se pueden encontrar en otros planetas, como es el caso de Río Tinto, el desierto de Atacama o la Antártida. Estos organismos son conocidos como ‘extremófilos’. Uno  de los proyectos de este área se ha incluido este año en el plan de trabajo de la Campaña Antártica 2017, y se desarrollará en la base Juan Carlos I de Isla Livingston.

Viajar a estos lugares, además, también sirve para probar equipamientos y reacciones humanas en esas extremas condiciones. En ello se centra el proyecto europeo Mooowalk, cuyo director científico es Victor Parro, a su vez subdirector del CAB.

Parro ha mostrado un gran interés en las posibilidades que ofrece el Trineo de Viento para recorrer miles de kilómetros por los territorios polares sin contaminar, con una gran eficiencia y a un coste ‘económico’ para las altas inversiones que resultan necesarias para recabar este tipo de información.  Tras recibir a Ramón Larramendi en las instalaciones del Centro, ha organizado una conferencia del promotor del eco-vehículo polar que tendrá lugar el próximo día 15 de diciembre en su salón de acto, para dar a conocer las grandes posibilidades de este ‘laboratorio polar móvil’ a todos los científicos que trabajan en Astrobiología. «Cuando me preguntan por qué me atraen los territorios polares, siempre digo que es como estar en otro planeta, así que va a ser fácil que encontremos puntos de conexión», señala el explorador, que ya ha recorrido más de 30.000 kilómetros en el Ártico y la Antártida.