Los registros o testigos de hielo (ice core), como los que están recogiendo y analizando los expedicionarios del Trineo de Viento, son muestras que se extrae de una capa de hielo, casi siempre en la Antártida o Groenlandia, pero también en las partes más altas de glaciares de montaña. El hielo se va formando a partir de la acumulación gradual de capas anuales de nieve, de forma que los niveles inferiores son más antiguos que lo superiores, así que un registro de hielo contiene información de un rango de años determinado, en función de su profundidad.
Debido a las propiedades del hielo y la recristalización, los materiales que hay dentro del hielo pueden ser utilizados para reconstruir un registro climático de ese periodo, algo que generalmente se realiza mediante análisis isotópicos que permiten reconstruir las temperatura locales y la historia de la composición de la atmósfera en el periodo que corresponde a la muestra extraída. Los ‘ice core’ contienen polvo arrastrado por el viento, polen, burbujas de gas atmosférico y también sustancias radiactivas.
La variedad de testigos climáticos es mayor que en cualquier otro grabador natural del clima, tales como los anillos de los árboles o las capas de sedimentos en un yacimiento. Incluyen datos de la temperatura que hubo, del volumen de los océanos, las precipitaciones, la química y la composición del gas de la atmósfera inferior, las erupciones volcánicas, la variabilidad solar, la productividad de la superficie del mar, la extensión del desierto y hasta de incendios forestales.
La longitud del registro depende de la profundidad a la que se realice la perforación en el hielo y varía desde unos pocos años hasta 800.000 años, para el núcleo EPICA (European Project for Ice Coring in Antarctica), un proyecto que llegó a profundizar 3.279 metros y que acabó hace 10 años. En Summit Camp, alcanzaron también los 3.000 metros.
El período de tiempo más corto que puede ser distinguido con precisión por este sistema depende de la cantidad de nieve que se haya acumulado cada año y se reduce a medida que se profundiza, dado que el hielo se va compactando a medida que se acumulan más nevadas encima, hasta el punto de que las últimas capas son prácticamente indistinguibles.
Los primeros en realizar este tipo de experimentos fueron Johan Peter Koch y Alfred Wegener a comienzos del siglo XX en una cabaña que construyeron en el hielo en el noreste de Groenlandia En el interior de la cabaña perforaron a una profundidad de 25 metros con una barrena similar a un sacacorchos de gran tamaño.
Ahora, gracias al Trineo de Viento se pueden hacer perforaciones cada pocos kilómetros, en una amplia extensión, de hasta 14 metros de profundidad, como están demostrando en esta expedición.
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