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Jun 20

Visita a una base ‘congelada’ en el tiempo 25 años

Los cinco expedicionarios del Trineo de Viento, liderados por el explorador polar Ramón Larramendi, llegaron el pasado miércoles a una base militar ‘congelada’ en el tiempo hace 25 años. “El interior era como el escenario de una película de ciencia-ficción, con las paredes congeladas, la mesa puesta, las camas sin hacer, y todo en la más completa oscuridad”, relata Larramendi, que desde hace ya 50 días circunnavega la isla ártica en el vehículo eólico que ha diseñado para la investigación polar.

La expedición ‘Circunnavegación de Groenlandia’, iniciada el pasado 6 de mayo, tenía previsto pasar por diversas instalaciones del ‘domo’ helado groenlandés, pero el viento, que les ha permitido avanzar ya 3.500 kilómetros, alcanzando los 79º 50’ (en el extremo más al norte) y los 63º 50’ (hasta ayer jueves, en el extremo sur), no se lo ha puesto fácil.

El miércoles, cuando ya pensaban en girar a la derecha, hacia el oeste, para regresar al punto de partida, Kangerlussuaq, se acercaron a conocer la antigua base militar norteamericana Dye-3. “Ha sido como entrar en un escenario cinematográfico”, aseguraban después.

Dy-3 formó parte del programa ‘Cadena de Alerta Temprana’, una línea de radares que cruzaba el sur de Groenlandia y que estuvo  en activo hasta los años 60. Después, durante dos décadas (hasta 1989) se utilizó como base científica para realizar estudios internacionales: fue allí donde se encontró, a dos kilómetros de profundidad, hielo fósil con restos de ADN de lo que fue un bosque hace más de medio millón de años.

Pero ahora es un lugar ‘fantasma’. “Está enterrado 20 metros bajo la nieve. Sólo se ve la cúpula del radar hasta que estás a pocos metros. Para entrar tuvimos que escalar el hielo que se ha acumulado alrededor y localizar una pequeña puerta abierta. Dentro, todo estaba en la más completa oscuridad, enterrado. Parecía que había sido abandonado hace poco, con la mesa puesta y las camas con sus mantas, a medio hacer. Y todo está congelado. Con estalactitas de hielo cayendo de los techos y las paredes heladas. La sensación era entre excitante y un poco terrorífica”, señala Larramendi.

Los cinco expedicionarios, alumbrados por linternas, recorrieron las instalaciones, por las que, según sus palabras, parece que hace mucho tiempo que no pasa nadie. Nada extraño, pues Dye 3 se encuentra fuera de las rutas habituales de las expediciones de exploración.

Manuel Olivera añade más detalles de la visita: “Daba la sensación de que no habían recogido las cosas al irse. En las habitaciones aún hay libros y fotos colgadas en los muros, también había manzanas en el frutero y pan en la mesa, como si alguien fuera a desayunar. Ha sido un paseo fascinante”.

Tras dos horas en el interior, los expedicionarios salieron de una base militar que acabará engullida por la nieve. “Visto lo que ha quedado sepultado en estos 25 años, en otros 20 quien pase por aquí no  verá ni la cúpula. Desaparecerá totalmente de la vista”, afirma Larramendi.

El Trineo de Viento continúa ahora con su ruta. Ya han llegado al extremo más al sur que tenían previsto (los 63º Norte) y están girando hacia el oeste de la isla para iniciar la subida, de vuelta al punto donde iniciaron la circunnavegación hace ya 50 días.

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