
Nuevo reto: en busca de las raíces del pueblo Thule
RAMÓN LARRAMENDI (Qaanaaq)
De nuevo en marcha. Preparando una nueva expedición por el noroeste de Groenlandia. Ahora sin el Trineo de Viento, navegando por la costa noroeste, en lugar de por el hielo, como hice la última vez que visité esta zona del Ártico, en la primavera de 2014. Entonces llegué al interior con la primera Circunnavegación Groenlandia de toda la isla en un vehículo eólico. Entonces no pude acercarme hasta esta pequeña localidad de Qaanaaq, en la que conservo grandes amigos desde que pasé aquí dos crudos inviernos, en 1995 y 1996, antes de irme a asentarme en el sur.
Apenas dos meses y medio después de mi última aventura con el Trineo, de nuevo me he propuesto un nuevo reto. Ya en 2010 recorrí 300 kilómetros por esta costa en una expedición de exploración con kayaks. Los mismos que me he encontrado intactos seis años después. Como también estaban unas botas que dejé olvidadas en 1996 y que mi amigo Jan Andersen me guardaba a buen recaudo.
Thule es un un lugar habitado desde hace ya muchos milenios por inuits procedentes de Canadá, y ahí siguen. El tiempo no pasa por este territorio, pero es solo aparentemente. Ya no están algunos grandes amigos y me cuentan que muchos han muerto de cáncer a una edad relativamente joven. No hay pruebas, pero es posible que el índice de cáncer en este remoto lugar, el enclave habitado más cercano al Polo Norte (salvo estaciones científicas), tenga mucho que ver con unas bombas nucleares.
Fue en Thule donde Estados Unidos construyó, con permiso de Dinarmarca, una base militar durante la Guerra Fría, instalación que al crearse obligó a desplazarse a los thules a cierta distancia tras una convivencia complicada que los últimos no habían pedido. En 1968, un bombardero B-52 de EEUU, que transportaba cuatro bombas nucleares de hidrógeno, se estrelló en las aguas de la bahía y aunque trataron de eliminar la contaminación radiactiva, se sabe que una de las armas nunca fue recuperada. Es descorazonador que un accidente tan desgraciado haya marcado la historia de los inuit, un gran pueblo de apenas 700 personas con una cultura y un dialecto diferente al del resto del país.
Estos días preparo con algunos amigos -Ramus Avike, el español Emilio Gonzalo o Jens Danielsen,- una nueva expedición de exploración por esta costa noroeste del Ártico. Queremos ir desde Qaanaaq hasta Upernavik siguiendo la costa. Se trata de recorrer gran parte de la Bahía Melville (que en groenlandés significa ‘el lugar del gran perro de trineo’), un lugar donde quizás podamos ver osos polares, belugas y narvales. Pocos seres humanos han hecho este trayecto en esta época. Puede sorprender, pero es más habitual hacerlo en invierno sobre el hielo marino. Por cierto, que Danielsen es el representante de los thule ante el gobierno groenlandés.
En Qaanaaq he encontrado mis botas tal cual las dejé hace 20 años, pero las condiciones de vida están cambiando a pasos agigantados. Este verano, me cuentan, ha sido extremadamente lluvioso y unas inusuales inundaciones han arrasado varios puentes. En la cercana aldea de Siorapaluk ha habido un importante corrimiento de tierras y una avalancha de rocas que ha arrastrado dos casas al mar. No se han registrado muertes, pero lo cierto es que el deshielo del permafrost (el suelo helado) está dañando los cimientos de las casas y aumentando el riesgo de desplome.